El dolor es una experiencia universal que, de acuerdo con la mayoría de autores, se produce en el cerebro. Existe distintos tipos según su comportamiento (punzante, sordo, fuerte, suave) o duración. Un dolor que persista más de 6 meses (3 meses, según otras fuentes) se considera un dolor crónico. La mayoría de publicaciones considera erróneas las doctrinas que atribuían al cerebro un rol pasivo, y que el origen del dolor está en el foco. Esto es lo que sugiría Descartes en el siglo XVII, quien consideraba el cerebro como un amplificador del dolor.
Lo que sucede en ocasiones es que el dolor persiste aún cuando no hay lesión en los tejidos. En ese caso, el dolor crónico sería una percepción, no tendría que ver con cambios estructurales si no más bien con la sensibilidad del sistema nervioso. El dolor sería un mecanismo de defensa: el organismo ante un peligro (muerte celular) lanza la señal: el dolor. Según el psicólogo Nicolas Humphrey el cerebro anticipa el futuro, y el dolor crónico puede ser considerado no como un reflejo del presente, si no como sólo un miedo. Es la “memoria del organismo” la que hace retener señales de peligro. Su organismo está sano pero su cerebro sigue en el error.
Los padecientes de dolor crónico sufren de indefensión. No pueden saber, ni interpretar, qué sucede en su interior ni cómo evitar ese dolor. Suelen pasar por una serie de fases: primero confian en restablecerse con calmantes y reposo, después buscan otro tipo de terapias y finalmente se pasa a la fase dramática. Es entonces cuando se da la cronificación. Normalmente, en la zona de dolor persistente no sucede ningún daño que en otros individuos sin dolor crónico no podamos encontrar (hernias, osteoporosis) con una relación de dolor distinta.
El dolor crónico y su origen en el cerebro
Para Donald Hoffman, profesor de ciencia cognitiva en la Universidad de California, la percepción no sigue a estímulos, no es reactiva, si no preactiva. Predice. El cerebro se anticiparía, para que el individuo actúe de la manera en la que el daño sea evitado. Hoffman lo llama “temor cerebral” El dolor sería un “producto psicológico”, resultado de la activación de unas áreas del cerebro que atribuyen “un significado de amenaza”. Sin embargo, en el dolor crónico este «temor» persiste, pero no la amenaza.
Por tanto, no sería necesario ni suficiente el daño de tejidos para que se active el dolor, basta con el “estado físico de amenaza”. En algunos casos se da el dolor por un temor sin fundamento, sin riesgo de daño. Existe también el caso contrario al dolor o dolor crónico: daño sin sensación. Algunas dolencias graves no son identificadas por el organismo y no produce dolor.
Sobre dolor crónico, investigaciones como la de Linda Watkins, premio príncipe de Asturias en 2010, sobre la base neuronal de este dolor, abren nuevas líneas de investigación. Según su investigación, las células nerviosas gliales también son agentes transmisores del dolor. Esto permitiría abrir nuevas líneas de tratamiento analgésico tratando directamente sobre las células. En otro rango de cuestiones, el dolor causa una serie de cambios físicos en el cerebro (encogimiento de la corteza prefrontal dorsolateral) que son distintos en el caso del dolor crónico.
Qué hacer cuando se trata el dolor crónico
Tal y como destaca Arturo Goicoechea, jefe de Sección de Neurología del Hospital Santiago de Vitoria (Alava), para identificar el origen del dolor crónico, habría que “hurgar en el proceso evaluativo del cerebro” y en los tejidos a fin de discernir si hay condición somática (de relación) entre el dolor y el daño. Si no existe tal relación, cabría como solución analizar ese error de evaluación por parte del cerebro. En ese caso, «el organismo estaría razonablemente sano pero proyecta en la consciencia percepción de enfermedad»
Desde el punto de vista médico, se apunta a la necesidad de escuchar el «relato»· del paciente. Existe una certeza y es que tiene un dolor (que puede ser dolor crónico). A partir de ahí, cabría saber la relación entre percepción de amenaza (producto psicológico dolor) y el daño de tejidos. Según Arturo Goicoechea, “en esta situación los esfuerzos del individuo deben dirigirse a recuperar la confianza propia y cerebral”. Convencer al cerebro que la zona que estuvo afectada (hernia discal, infección, desgarro), es apta de nuevo, superar el dolor crónico con argumentos, reflexiones, convicciones». El paciente debe aprender a verse sano, a superar ese “miedo al movimiento”.
Para localizar el causante de dolor crónico, cabría observar qué hacía el paciente cuando surgió. Descubrir las emociones profundas, preocupaciones, es considerado por algunos autores como parte del proceso de curación. Se recomendaría una actividad física a un nivel cómodo, sin miedo; reducir estrés, relajar el sistema nerviososo para aumentar el bienestar emocional y reducir el dolor.
Vídeo: aproximación al dolor crónico.
(Post basado en el texto «Apuntes de neurofiosiología del dolor» de Arturo Goicoechea. https://arturogoicoechea.wordpress.com/
Bibliografía:
“Una historia de la mente; la evolución y el nacimiento de la conciencia” de Nicolas Humphrey (1992). El problema del Yo sentiente.
Inteligencia visual; cómo creamos lo que vemos. (1998) Donald Hoffman